El Arpa se abre camino
y cruzan por sus entrañas
como en un duelo de arañas
las manos de Cupertino.
La maraca lanza un trino,
al mismo tiempo que amarra
tres cintas en su guitarra
un viejo recién llegado
que al entrar es saludado
por los gritos de la barra.
Hay un revuelo en la sala,
el maraquero ni toca,
no hay ojo que no se asombre,
y vuelan de boca en boca
como si tuvieran alas
las sílabas de su nombre:
¡FLO....REN...TI....NO!
Indio astuto, Pedro Pablo
la punta al viejo le tira:
¡aquí dicen que es mentira
que cantaste con el diablo!....
Florentino corta en seco
la risa del mujerío
y goza escuchando el eco
cuando levanta el "tañío":
-Señoras y caballeros,
buenas noches pa empezá
arrímense al pié del arpa
que los quiero saludá.
Yo nunca he dicho mentira,
soy una historia sagrá;
y aunque tengo la garganta
por el canto maltratá,
todavía me queda un poco
de malicia y facultá.
El nombre de Florentino
me lo puso mi mamá
en homenaje al perfume
de la albahaca morá;
quedé solito en el mundo
cuando empezaba a gateá,
mi cuna fué la sabana,
mi libro la soledá,
mi padre el Cajón de Arauca
que me enseñó a caminá.
Recuerdo que estando mozo
compré una guitarra fiá,
el gusanillo del verso
me comenzó a taladrá,
me gustaban los arpegios,
me gustaba improvisá,
anduve de pueblo en pueblo
con mi guitarra terciá,
no hubo cantina en los llanos
que no me oyera triná,
y fue creciendo mi fama
hasta que una madrugá
con un negro pelo en pecho
me pusieron a cantá.
Eso fué junto a Cazorla,
de Calabozo p´allá;
el tipo que me sacaron
era faculto ´e verdá,
tenía mas letras que un libro
y la sabia administrá;
ni el mismo Jefe Civil
conocía su identidá,
era un negro dientes de oro
con la lengua colorá.
Nos cogimos verso a verso
en una "quirpa" tramá,
yo no lo perdía de vista
ni lo dejaba pensá,
lo buscaba en la revuelta,
le cambiaba la toná,
con adjetivos y verbos
le puse una trampa armá;
me dijo desde el principio
la tabla e´multiplicá
la suma y la división
y también la de restá;
era bueno en Geografía
mejor en Urbanidá,
de Gramática sabía
mas que una niña graduá;
me habló de Sucre y Bolívar,
de Pichincha y Boyacá,
y de Cristobal Colón
desde su misma llegá
en una "quirpa" tramá,
yo no lo perdía de vista
ni lo dejaba pensá,
lo buscaba en la revuelta,
le cambiaba la toná,
con adjetivos y verbos
le puse una trampa armá;
me dijo desde el principio
la tabla e´multiplicá
la suma y la división
y también la de restá;
era bueno en Geografía
mejor en Urbanidá,
de Gramática sabía
mas que una niña graduá;
me habló de Sucre y Bolívar,
de Pichincha y Boyacá,
y de Cristobal Colón
desde su misma llegá
El arpa volvió tres veces
al punto de comenzá,
revueltas y mas revueltas
y los dos como si ná,
hubo un momento en que el negro
puso la cara amarrá,
buscó la rima en el aire
y no la pudo encontrá.
-Ya ése es tuyo Florentino,
me dijo una voz sagrá,
si con la pura garganta
lo quieres desparpajá,
recuérdale al pié del arpa
"aquello de la majá"....-
era Dios que me alentaba,
y la garganta cansá
me la sentí fresquecita
como palma llovizná.
Cuando el negro se repuso
me arrebató la picá,
me dijo que había traído
un parte sin novedá,
y que era mas peligroso
que una culebra encuevá.
Le respondí con aplomo
sin quitarle la mirá:
Arrímese caballero,
que le voy a recordá,
el hombre que tiene rabo
carga la lengua amarrá....
si le puso dos tranqueros
de samán a la majá,
métale las cinco trancas
que la quiero ver cerrá,
póngamele las diez cruces
de a dos en cada cruzá
yo no recibo corral
con la puerta destrancá...
El negro cambió e´color,
no me pudo contestá,
yo con la cara hacia arriba
y el con la cara agachá;
cuando le hablé de las cruces
fue tan grande la espantá,
que se llevó siete cintas
de alambre en la reculá.
Está de mas que les diga
que la gente alborotá,
clavó la rodilla en tierra
con intención de rezá;
y aquel hombre misterioso
sin quitarnos la mirá
contra el perfil de la luna
se volvió una llamará.
Era el Diablo compañeros,
esa es la pura verdá.
Yo nunca he dicho mentira,
soy una historia sagrá.
al punto de comenzá,
revueltas y mas revueltas
y los dos como si ná,
hubo un momento en que el negro
puso la cara amarrá,
buscó la rima en el aire
y no la pudo encontrá.
-Ya ése es tuyo Florentino,
me dijo una voz sagrá,
si con la pura garganta
lo quieres desparpajá,
recuérdale al pié del arpa
"aquello de la majá"....-
era Dios que me alentaba,
y la garganta cansá
me la sentí fresquecita
como palma llovizná.
Cuando el negro se repuso
me arrebató la picá,
me dijo que había traído
un parte sin novedá,
y que era mas peligroso
que una culebra encuevá.
Le respondí con aplomo
sin quitarle la mirá:
Arrímese caballero,
que le voy a recordá,
el hombre que tiene rabo
carga la lengua amarrá....
si le puso dos tranqueros
de samán a la majá,
métale las cinco trancas
que la quiero ver cerrá,
póngamele las diez cruces
de a dos en cada cruzá
yo no recibo corral
con la puerta destrancá...
El negro cambió e´color,
no me pudo contestá,
yo con la cara hacia arriba
y el con la cara agachá;
cuando le hablé de las cruces
fue tan grande la espantá,
que se llevó siete cintas
de alambre en la reculá.
Está de mas que les diga
que la gente alborotá,
clavó la rodilla en tierra
con intención de rezá;
y aquel hombre misterioso
sin quitarnos la mirá
contra el perfil de la luna
se volvió una llamará.
Era el Diablo compañeros,
esa es la pura verdá.
Yo nunca he dicho mentira,
soy una historia sagrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario